Época: Expans europea XVI
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
España



Comentario

Para que se produjera el advenimiento de los Austrias tuvieron que ocurrir los fallecimientos de los primeros herederos al trono hispano, concretamente los derivados de la política matrimonial desarrollada por los Reyes Católicos sobre la base de la unión de sus hijos con los descendientes de la Monarquía portuguesa. Pero de forma inesperada, producto de la misma política aunque en otra dirección, vendría la coronación de un Habsburgo como rey de las Españas. Este acontecimiento fue propiciado por el hecho de que al morir en 1504 Isabel la Católica, el Reino castellano pasara legalmente a su hija Juana, casada desde 1496 con Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano I de Austria. No obstante, hay que dejar constancia de que existía una importante cláusula del testamento isabelino estableciendo que si la heredera del trono no estuviera en plenas condiciones físicas y mentales para ejercer su mandato, la regencia sería ejercida por su padre, Fernando de Aragón.
Las Cortes de Toro de 1505 reconocieron a Juana como reina de Castilla, pero admitiendo las deficiencias que ésta presentaba (rasgos de locura) para el normal desempeño de sus funciones. Así las cosas, su cónyuge, Felipe, pretendió reinar por derecho de matrimonio en nombre de su esposa, a lo que se opuso su padre, Fernando, que deseaba hacerse cargo de la regencia. Esta lucha por el poder se decidió a favor del príncipe austriaco, que contó con mayores apoyos nobiliarios, y en contra del rey de Aragón, que había quedado bastante aislado en el ámbito castellano.

Al imponerse de hecho la incapacidad de Juana, Felipe I quedó como nuevo monarca en Castilla rompiéndose de esta manera la continuidad de la dinastía Trastámara al frente de este Reino. Pero el Gobierno de Felipe I duraría muy poco, ya que murió repentinamente en 1506, acontecimiento que supo aprovechar a continuación el derrotado Fernando el Católico para ocupar la regencia tan deseada. La situación política quedaría algo más normalizada durante una década, hasta el fallecimiento de Fernando en 1516, hecho que propiciaría la venida del joven Carlos de Austria para hacerse cargo de los Reinos hispanos.

Desde la muerte de Isabel hasta los primeros años del reinado de Carlos, la situación política y las relaciones sociales imperantes en Castilla habían pasado por una etapa de inestabilidad marcada por una serie de factores, a saber, por las rencillas de los clanes nobiliarios, tanto entre sí como en sus relaciones con la Monarquía; por los enfrentamientos del patriciado urbano y de las familias acomodadas para hacerse con el control de los principales núcleos urbanos; por las graves repercusiones de todo tipo que estaba teniendo el problema converso desde la instauración del Tribunal de la Santa Inquisición; en suma, parecía que estaba a punto de venirse abajo la organización política estatal y el ordenamiento social levantados por los Reyes Católicos.

Los acontecimientos que se sucedieron a la llegada del joven e inexperto Carlos de Gante, sobre todo los producidos por las maneras de comportarse éste y los cortesanos flamencos que le acompañaban, sus lamentables decisiones iniciales de gobierno junto al negativo impacto causado en Castilla por su nombramiento como emperador, no hicieron sino profundizar y ampliar la crisis político-social que se venía dando desde años atrás y que muy pronto estallaría, manifestándose en los graves movimientos de protesta y subversión que a continuación se desarrollarían.

Ya el propio desembarco en tierras asturianas, en septiembre de 1517, y el viaje hacia el centro de Castilla de la comitiva real procedente de los Países Bajos, fue bastante accidentado y molesto, anticipación clara de las muchas dificultades que no tardarían en producirse. Tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, Carlos había sido proclamado en Bruselas cogobernante en la Monarquía hispana (su madre, Juana, seguía ostentando el título de reina), de ahí que su primera visita importante en territorio castellano fuese la que le hizo a su progenitora, que estaba en su encierro de Tordesillas, para reafirmar sus derechos reales. El anciano cardenal Cisneros, en quien había quedado depositada finalmente la regencia, no pudo entrevistarse personalmente con el nuevo rey, cogiéndole la muerte en el viaje que emprendió para contactar con el monarca.

Carlos llegó a Valladolid en noviembre. Muy pronto se encontraría con una clara muestra de la actitud de los castellanos hacia su persona. Las Cortes reunidas en aquella ciudad en febrero de 1518 le reconocieron como rey, pero con desconfianza, planteándole una serie de peticiones que mostraban bien a las claras el temor de los representantes del Reino respecto a lo que podía dar de sí su mandato, por lo que le solicitaron en consecuencia que aprendiera la lengua de Castilla, que no diese cargos destacados a extranjeros, que no permitiese la salida de oro y plata del territorio, que su madre se mantuviera como reina y que Navarra siguiera perteneciendo a la Corona castellana.

Respecto al infante Fernando, su hermano, peligroso rival por el apoyo y por las simpatías que los castellanos le tenían al considerarlo como natural del Reino, habiendo sido además el favorito para la sucesión del regente Fernando el Católico, ya había decidido su pronta marcha hacia Alemania con el fin de alejarlo del territorio hispano. Teniendo con ello resuelto los problemas dinásticos y una vez aceptado como rey de Castilla, Carlos y sus consejeros partieron en dirección a Zaragoza para recibir el acatamiento del Reino aragonés. En mayo de 1518 se reunieron las Cortes de Aragón que, no sin oposición, hicieron el juramento al rey, mientras éste juraba sus fueros.

El siguiente requisito para afianzar la autoridad real pasaba por Barcelona, dirigiéndose allá la comitiva regia para tener que enfrentarse, cosa que ocurriría efectivamente, con las Cortes de Cataluña. Estando en la Ciudad Condal, en 1519, se recibió la noticia de su elección como emperador, circunstancia que alteró los planes previstos de culminar el recorrido por los reinos de la Corona de Aragón para lograr la aceptación de las Cortes de Valencia. Decidió por contra embarcar de nuevo hacia los Países Bajos y de allí trasladarse a Alemania, pero antes se necesitaba dinero para el costoso viaje; de ahí la convocatoria a las Cortes castellanas para que se reunieran en Santiago de Compostela, lugar muy próximo a la ciudad de La Coruña, de cuyo puerto partiría la que debería ser impresionante flota imperial.

Celebrada la reunión de Cortes en marzo de 1520, una buena parte de las ciudades en ellas representadas se negaron a votar el servicio que se les pedía, lo que obligó a suspender las sesiones. Reanudadas éstas tras su traslado a La Coruña y habiéndose presionado al máximo a los procuradores para que se plegaran a los deseos del monarca, finalmente se aprobó la concesión de un servicio extraordinario a cambio tan sólo de vagas promesas por parte del rey de que modificaría su política de nombramiento de cargos y de reparto de prebendas, que hasta entonces había beneficiado casi exclusivamente a los flamencos que le acompañaban y a sus seguidores más interesados, produciendo mucho rechazo, escándalo y malestar entre los castellanos.